
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Pero nosotros siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, de que desde el principio Dios los haya escogido para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13)
El apóstol Pablo tenía un amor especial por los tesalonicenses. Su primera carta fue dirigida a ellos y destacó cómo recibieron con alegría la Palabra del Señor y se convirtieron en un ejemplo. Pablo escribe: «La noticia de vuestra fe en Dios ha llegado a todas partes». Eran paganos. Sirvieron a dioses falsos, pero «dejaron ídolos para seguir y servir al Dios vivo y verdadero» (1 Tesalonicenses 1:8-9).
El apóstol continúa: «Pero nosotros siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, de que desde el principio Dios los haya escogido para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13). Incluso en medio del sufrimiento, se mantuvieron firmes y se convirtieron en un ejemplo, haciendo resonar su fe en muchos lugares, como el ruido del trueno que se extiende, yendo cada vez más lejos.
¿Y qué hay de nosotros, qué nos eligió Dios y a qué nos llamó? Sin duda para que podamos tener la salvación a través de Jesús, quien nos da una nueva relación con él. ¿Pero eso es todo? En la vida de los tesalonicenses, esta relación con Dios cambió su relación con otras personas, hasta el punto de que les trajeron la Palabra del Señor de cómo Jesús los había salvado y a qué los había llamado.
Hoy somos el pueblo dedicado al Señor. Hemos sido salvos, elegidos y llamados a vivir con Dios y a llevar el amor de Dios a las personas con las que vivimos. Dondequiera que estemos, la Palabra del Señor será escuchada de nuestra boca y vista en nuestras vidas.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor Jesús, tú nos amas y en tu bondad nos das un valor infinito y una esperanza firme. Llena nuestros corazones de coraje. Amén.
Autor: Rony Ricardo Marquardt
