
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Cada uno de ellos tendrá gozo y alegría, y desparecerán el llanto y la tristeza» (Isaías 35:10)
Dicen: «¡Haz esa inversión y no te arrepentirás!» Y, para mi sorpresa, inviertes y lo pierdes todo. Prometen: «¡Haz este curso y es seguro que nunca te quedarás desempleado!» Y he aquí que te gradúas y no encuentras trabajo.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la vida, en muchas ocasiones, puede jugarnos una mala pasada. En muchas ocasiones, alguien puede prometernos alegría y felicidad. Dicen que simplemente invierte, estudia, viaja o haz cualquier otra cosa y nos llevaremos bien, pero la realidad acaba siendo muy diferente.
El profeta Isaías también trae promesas de alegría y felicidad al pueblo de Dios. Él dice: «Y los redimidos del Señor volverán. Vendrán a Sión entre gritos de infinita alegría. Cada uno de ellos tendrá gozo y alegría, y desparecerán el llanto y la tristeza» (Isaías 35:10). ¿Pero podemos confiar en estas promesas? ¿Qué garantía nos da el profeta? La verdad es que podemos confiar en las promesas de Isaías. Sus promesas no son vacías. Isaías habla inspirado por Dios.
Al dirigirse a las personas que sufren, señala una realidad que parece estar distante de sus contemporáneos y también de nosotros, pero que ya se ha hecho posible con la muerte de Jesucristo en la cruz. El pecado, el diablo y la muerte, nuestros mayores enemigos, fueron vencidos. Por lo tanto, podemos confiar en que cuando Cristo regrese a buscarnos, no habrá más muerte, ni más dolor, ni más dolor. La alegría y la felicidad nos acompañarán por toda la eternidad. ¡Crea!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Amado Padre celestial, te doy las gracias por darme esperanza en medio de un mundo caído en el pecado. Que nunca pierda la esperanza de tener alegría y felicidad eterna con Jesús. En su nombre. Amén.
Autor: Rômulo Santos Souza
