
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja» (Habacuc 2:1)
La Región Sur de Brasil nunca olvidará las tragedias causadas por tormentas e inundaciones en el año 2024. Dos meses después de que las aguas destruyeran propiedades, industrias y cultivos de campo, otra inundación repitió el panorama con sus consecuencias. Tal tragedia podría llevar a la gente a preguntarse: «¿Hasta cuándo, Señor, sufriremos esto? ¿No ves lo que está pasando?»
Tal actitud no es una sorpresa para Dios. El profeta Habacuc, por ejemplo, se quejó, diciendo: «Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja» (Habacuc 2:1). ¿Cómo responde Dios a nuestras quejas?
En primer lugar, no cierra los oídos a los clamores. No es un Dios al que le molestan nuestras quejas. Así como respondió a Habacuc, también actúa de acuerdo con nuestros gritos y quejas.
En segundo lugar, Dios nos responde manifestándose a través de su Palabra. En ella revela que llegará el momento cierto para su acción. No tenemos un Dios que es omiso sobre nuestra situación, sino determinado a actuar por nosotros. Eso es todo lo que necesitamos. Su mayor acción a nuestro favor se llevó a cabo en la obra salvadora de Jesucristo. En la cruz se reveló claramente la voluntad divina de auxiliarnos, porque solo la obra de Jesús nos libera de la peor situación que existe, es decir, de la condenación a causa de nuestros pecados.
Dios es capaz de librarnos de lo peor, por lo que nada le impedirá de socorrernos de aquello que, comparado a la condenación eterna, poco significa, por más tristeza y sufrimiento traiga. Por eso, acompañamos al profeta y decimos: «Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja» (Habacuc 2:1).
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Aumenta, Señor, mi confianza en tu cuidado. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Paulo Moisés Nerbas