
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: ««Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma»» (2 Tesalonicenses 3:10)
No es un simple dicho popular. Es la palabra del Señor Dios: ««Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma»» (2 Tesalonicenses 3:10). Después de la creación del mundo y de los primeros seres humanos, Dios los colocó en el jardín del Edén para cuidarlo y plantar (Génesis 2:15), es decir, para trabajar.
En la antigua iglesia de la ciudad de Tesalónica, surgió un problema en torno al tema. Había personas que no trabajaban y aun así se entrometían en la vida de los demás. ¿Por qué llegó a este punto? Quizás estas personas eran realmente perezosas. Pero también hubo quienes pensaron: «Si Jesús regresa pronto, ¿por qué seguir trabajando?»
El pecado trajo lucha y dificultad en el trabajo (Génesis 3:19). Sin embargo, el trabajo no es un castigo, sino una oportunidad para hacer el bien y servir a Dios y al prójimo. El apóstol Pablo dio su propio ejemplo. Aunque tenía el derecho de exigir que la iglesia lo mantuviera, dijo: «ni comimos el pan de nadie sin pagarlo, sino que día y noche trabajamos muy duro y sin descanso, para no ser una carga a ninguno de ustedes» (2 Tesalonicenses 3:8).
El Señor Jesús mismo dijo: «Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo» (Juan 5:17). También dijo que estaba aquí en el mundo para terminar la obra que el Padre le dio para hacer (Juan 4:34). Y Jesús trabajó duro para salvar a la humanidad. Fue condenado a muerte en lugar de todos los seres humanos, para que todo el que cree en él reciba el perdón y la vida eterna. Como personas que confían en Jesús, sigamos la instrucción del apóstol: «Y ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien» (2 Tesalonicenses 3:13).
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Bondadoso Dios, enséñame a ver en mi trabajo oportunidades para servir a los demás, y enséñame también a trabajar con alegría en tu Reino. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Reinaldo Martim Lüdke
