
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Yo me alegro con los que me dicen: «Vamos a la casa del Señor»» (Salmo 122:1,8)
La alegría y la paz son dos amigos que aman estar juntos. Donde hay alegría, allí la paz es bienvenida. Donde hay paz, allí la alegría encuentra comodidad.
La alegría no siempre es el punto fuerte en nuestra vida diaria. Quién sabe, ahora mismo estás triste por una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la ruptura de tu relación con alguien. En estos casos, ¿cómo recuperar la alegría? El rey David dice: «Yo me alegro con los que me dicen: «Vamos a la casa del Señor»» (Salmo 122:1, 8). Hoy, la casa de Dios es una iglesia cristiana en la que se enseña Su Palabra. Cuando vamos a la iglesia, Jesús nos recibe y nos da su Palabra de amor y consuelo. Jesús viene a ayudarnos en nuestras dificultades y se convierte en nuestro amigo. ¡Esto es motivo de gran alegría!
Jesús también nos trae paz. Nuestro pecado nos pone en enemistad con Dios. Nuestras actitudes, palabras y acciones ofensivas también provocan enemistad con otras personas. Quizá estés en conflicto con alguien y necesites paz. Sabe que Jesús ofrece paz en su Palabra. Ha derribado los muros de nuestra enemistad con Dios sacrificando su vida por nuestros pecados. Cuando estamos en paz con Dios, a través de la fe en Jesús, también podemos hacer las paces con las personas que nos han ofendido. Jesús es nuestra paz, así que podemos desear a los demás: «La paz sea contigo» (Salmo 122:8).
La alegría y la paz quieren ser tus amigos y los encuentras en Jesús. ¿Quieres saber más sobre Jesús? Ve a la casa de Dios. Allí te enseñará la Palabra que trae alegría y paz.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Jesús, te damos gracias por ser nuestra alegría y nuestra paz. Por tu Palabra, recibiremos consuelo en la tristeza y paz en el desacuerdo. En tu nombre. Amén.
Autor: Arno Bessel
