𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: “Hijos de Jacob, yo soy el Señor, y no cambio. Por eso ustedes no han sido consumidos” (Malaquías 3:6)
En el libro bíblico del profeta Malaquías tenemos un contenido extremadamente duro. Vemos cómo Dios señaló el pecado del pueblo de Israel y trató de llevarlos al arrepentimiento. A través de la predicación de Malaquías, Dios acusó a los líderes religiosos y políticos de sus pecados, así como todo el pueblo que andaba lejos de la voluntad del Señor.
Pero este libro bíblico también tiene dos frases que retratan el carácter de Dios. Primero, Dios habló al corazón de su pueblo, diciendo: «Siempre os he amado» (Malaquías 1:2). Más tarde, Dios les aseguró: “Hijos de Jacob, yo soy el Señor, y no cambio. Por eso ustedes no han sido consumidos” (Malaquías 3:6).
Así como Dios señaló el pecado al pueblo de Israel, sigue dejando claro cuáles son nuestros pecados y cómo traen consecuencias para esta vida y la vida eterna. Del mismo modo, nos recuerda constantemente que su amor y su misericordia perduran para siempre.
La mayor prueba de su amor está en el mensaje que pasa por la cruz, donde Jesucristo dio su vida en nuestro rescate. El mensaje de la cruz nos recuerda que Dios no se regocija en nuestro pecado, sino que ama a cada uno de nosotros.
También nos consuela el mensaje de Malaquías, que nos deja claro que el Señor no cambia. Aunque nosotros y el mundo entero estamos cambiando constantemente, su amor por nosotros sigue siendo el mismo. Dios mismo nos asegura esto: «Yo soy el Señor y no cambio nada» (Malaquías 3:6). Esto demuestra que las promesas del Señor siguen siendo válidas, ayer, hoy y para siempre.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor Dios, qué bueno es saber que sigues amándonos y que no cambias. Cambia nuestros corazones para que conozcamos tu voluntad y caminemos según tu guía. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Renato Luiz Hannisch