
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «¡Alabado sea el nombre del Señor desde la salida del sol hasta su ocaso!» (Salmos 113:3)
Hay actividades que el ser humano realiza a diario. Entre estas actividades, podemos destacar, por ejemplo, el hecho de que necesitamos comer a lo largo del día, dormir por la noche o, para los que trabajan por turnos, en el mejor horario posible. Estas y otras actividades forman parte de nuestro día a día y, si no las llevamos a cabo, nos enfrentaremos a problemas. Pero el salmista David nos hace una invitación importante para otra actividad: que también tengamos como meta diaria de nuestra vida la alabanza al Señor Dios.
En el Salmo 113, David expresa su alegría por poder alabar a Dios y al mismo tiempo nos recuerda que estamos llamados a adorar al Señor en todo momento y en todo lugar, con nuestras actitudes, acciones y palabras. El salmista dice: «¡Alabado sea el nombre del Señor desde la salida del sol hasta su ocaso!» (Salmos 113:3). Desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, estamos invitados a alabar a Dios. El salmista alaba a Dios, recordando que incluso ante los peligros y las dificultades, Dios lo acompañó, lo protegió y lo bendijo.
Pero, ¿por qué debemos alabar a Dios todos los días? Podemos recordar que Dios nos ha dado la vida, así como cuida de cada uno de nosotros. Si estamos aquí, esta es la maravillosa obra de Dios. Pero, sin duda, la mayor razón para nuestra alabanza proviene de la seguridad de que Dios envió a su Hijo, Jesucristo, quien vino al mundo, murió y resucitó para salvar a todos los que creen en él. Por lo tanto, sigamos la invitación hecha por David, alabemos ¡Siempre a Dios!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Amado Padre celestial, gracias por ser tus hijos e hijas, por cuidar de todos nosotros, y especialmente por Jesucristo que murió para salvarnos. Este es un motivo de alabanza, hoy y siempre. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Sergio Luiz Marlow