
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: “Señor, yo confío en ti, y declaro que tú eres mi Dios. Mi vida está en tus manos; ¡líbrame de mis enemigos y perseguidores!” (Salmos 31:14-15)
«No te preocupes, Dios tiene el control de todo». ¿Quién no ha escuchado alguna vez esta frase? En momentos de desesperación y angustia, esta frase llega como un bálsamo a la persona. Poco a poco, la confianza en Dios crece en los que sufren. Dios conoce todas las cosas y no ocurre nada que no sea por él conocido y controlado. Pero, ¿por qué permite que sucedan cosas que no nos gustaría que sucedieran?
Algunos eventos son generados por errores que cometemos y que nos traen sufrimiento. Con razón lamentamos nuestro pecado y sus consecuencias en nuestras vidas. Tomamos decisiones equivocadas hacia el mal y nos sentimos incómodos por ello. Así, nuestros sentimientos varían según las situaciones que se presentan. A veces estamos felices, otras estamos tristes.
Lo más difícil es entender por qué Dios permite el sufrimiento que tenemos cuando no hay ningún error nuestro de por medio, por ejemplo, cuando otros causan daño en nuestras vidas. Aun frente a este cuadro, el salmista David dice: “Señor, yo confío en ti, y declaro que tú eres mi Dios. Mi vida está en tus manos; ¡líbrame de mis enemigos y perseguidores!” (Salmos 31:14-15)
Si estás sufriendo, confía en Dios, quien tiene el control de todo. Regocíjate en tu amor y cuidado. Permitió que su santo e inocente Hijo fuera castigado para salvarnos y darnos la vida. La cruz de Jesús es la señal más grande de que Dios cuida de nosotros y que el sufrimiento terminará cuando Jesús venga en su segunda venida.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Querido y misericordioso Dios, gracias porque tienes el control de todas las cosas. No estoy solo. Confío en ti. Mis días están en tus manos. Amén.
Autor: Waldyr Hoffmann