
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Ando sin rumbo, como oveja perdida; ¡ven en busca de este siervo tuyo que no ha olvidado tus mandamientos!» (Salmo 119:176)
Pedir ayuda puede ser sorprendentemente difícil. A veces tenemos la impresión de que todo está bajo control: el matrimonio, los hijos, el trabajo e incluso la vida espiritual. No solo es importante darse cuenta de nuestra dependencia y necesidad de ayuda, sino que también es extremadamente importante saber a quién acudir cuando ocurren situaciones adversas.
Quizás el Salmo 119 sea uno de los más elaborados de todos los salmos, y es sorprendente cómo el salmista se presenta en él. Después de describir las más diversas formas de vivir según la ley y la voluntad de Dios, se coloca como una oveja perdida que, sola, no tiene rumbo y necesita ayuda. Dice: «Ando sin rumbo, como oveja perdida; ¡ven en busca de este siervo tuyo que no ha olvidado tus mandamientos!» (Salmo 119:176).
El salmista reconoce que, incluso frente a las incertidumbres de la vida, a pesar de estar afligido y, tal vez, incluso sin rumbo, todavía no tenía dudas sobre a quién acudir: «Oh Señor Dios, ven y busca a este siervo tuyo». La Palabra de Dios nos enseña que él se preocupa por nosotros de una manera personal. La gran verdad es que antes de pedir ayuda, el Señor ya nos está cuidando, porque es un Dios que no duerme ni se adormece (Salmo 121).
Jesucristo es el Buen Pastor que viene a nuestro encuentro, cura nuestras heridas y nos inserta en su rebaño. Pide ayuda y confía en el cuidado que te da, porque Jesús mismo nos dice: » yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Oh Señor Dios, ven y guía mi vida. Envía tu Espíritu Santo para que nunca me olvide de vivir tus mandamientos. En Cristo. Amén.
Autor: Matheus Schmidt