𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Porque no he descendido del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 6:38)
No tardamos mucho en darnos cuenta de que nuestra voluntad humana tiende a dirigirse hacia lo que está prohibido, mal o inmoral. Refranes como «El pasto del vecino siempre es más verde» muestran cómo nuestra voluntad tiende a buscar primero nuestro propio placer y bienestar. En resumen: somos egoístas.
Jesucristo tenía un carácter totalmente diferente al nuestro. Él dijo: «Porque no he descendido del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 6:38). Jesús nos enseña que su misión aquí en la tierra siempre ha sido someter su futuro a la voluntad del Padre. Pero, ¿Cuál era la voluntad de Dios? Jesús mismo responde: «Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final» (Juan 6:40). ¡Qué gracia y maravilla de Dios para nosotros! Todo lo que nos queda es alegrarnos y, siguiendo el ejemplo de Jesús, someter también nuestra voluntad a la voluntad del Padre y dejar que Él nos guíe por su Espíritu Santo. De esta manera, Dios nos bendecirá y nos guiará a una vida plena, feliz y gloriosa.
¡Qué maravillosa actitud de Jesús! Gracias a Jesús, tenemos perdón, vida bendita en la tierra y vida eterna garantizada en la gloria del Padre. Jesús se sometió y fue obediente hasta la muerte en la cruz para darnos nueva vida. Si antes nuestra voluntad era totalmente egoísta, de la acción de Jesús recibimos la fuerza para obedecer la voluntad de Dios, aunque el egoísmo siga molestándonos a diario. Afortunadamente, cuanto más leemos y escuchamos la Palabra de Dios, más abandonamos el egoísmo y logramos lo que Dios quiere.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Amado Dios, danos tu sabiduría, con la ayuda de tu Espíritu Santo, para que tengamos una vida santificada. Gracias porque a través de Jesús tenemos vida eterna. Por Jesús. Amén.
Autor: Luiz Osmar Krachinski