
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense!» (Filipenses 4:4)
La madre se regocija en la felicidad de su hijo. La persona enferma y postrada en cama se regocija en una pequeña mejora en la salud. Los estudiantes celebran con aprobación. La joven trabajadora está llena de alegría con su nuevo trabajo. Y para ti, ¿qué trae alegría a tu vida? ¿Cuáles son las razones que te dan felicidad en este momento?
Generalmente, la alegría en nuestras vidas está vinculada a momentos especiales o personas especiales. Es común que guardemos en nuestro corazón los momentos en los que surge la alegría, trayendo alivio en medio de las dificultades. En estos tiempos difíciles, la alegría adquiere un valor aún mayor, ya que se destaca ante las adversidades que enfrentamos.
El apóstol Pablo entendió y valoró este contraste. A pesar de estar cautivo en prisión, no dejó de experimentar alegría en su vida. Por eso, nos aconseja: «Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense!» (Filipenses 4:4). Pablo no estaba solo; estaba «unido al Señor». Es de esta unión que recibimos la alegría como una de las consecuencias de la fe en Cristo.
Cuando crees en Jesús y escuchas Su Palabra, tu vida es transformada por el Espíritu Santo, porque Jesús te regala una alegría que no depende de lo que eres o de lo que tienes. Esa alegría viene de Dios, quien envió a Jesús a morir en la cruz y darte la alegría que dura eternamente. Si estás pasando por un momento difícil, permite que el gozo de Cristo bendiga tu existencia. Cuando ocurre esta contradicción, nuestros corazones encuentran alivio en una alegría que nunca termina.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Bondadoso Dios, concédeme vivir siempre en tu alegría a través de Jesús. Amén.
Autor: Cristiano Alexandre Huf