
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Gracias a ella (la fe), nuestros antepasados fueron reconocidos y aprobados» (Hebreos 11:2)
¿Te consideras una persona de fe? ¿En qué o en quién depositas esta fe y confianza? Todos nosotros, de alguna manera, tenemos algún tipo de fe, incluso aquellos que no creen en la existencia de Dios. Hoy en día, muchos consideran que lo más importante no es la fe que tienes, sino ser una buena persona, hacer el bien y buscar la felicidad. ¿Realmente no importa dónde o en quién depositamos nuestra confianza?
Algunos ven la fe como una especie de poder interno, creyendo que, si tienen suficiente convicción, pueden «mover montañas» y lograr milagros, cumpliendo así sus deseos personales. Sin embargo, la verdadera fe no es algo que brota de nuestro interior, sino un don otorgado por Dios a través del Espíritu Santo. La fe es descansar en los brazos del Creador, es confiar en Él y entregarse completamente a Él. Cuando ya no tengo fuerzas para caminar, cuando me doy cuenta de que no soy capaz de lograr todo con mis propias manos, entonces encomiendo mi vida al cuidado de Dios.
La Biblia nos dice que «Gracias a ella, nuestros antepasados fueron reconocidos y aprobados» (Hebreos 11:2). Personajes como Abel, Noé, Abraham y muchos otros confiaron en la Palabra de Dios y sus promesas. El apóstol Pablo también nos recuerda que «vivirá el que por la fe es aceptado por Dios» (Romanos 1:17), llamándonos a poner nuestra confianza en Dios.
Las personas que ponen su fe en Jesucristo nunca se sentirán defraudadas, porque Jesús las acompañará con su amor todos los días, en las alegrías y en las dificultades.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Amado Padre, te damos gracias, porque por la fe sabemos que somos aprobados por ti. Ayúdanos a compartir esta maravillosa noticia con todos. En Cristo. Amén.
Autor: Jossemar Schulz dos Santos