𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Ellos no entendieron lo que Jesús quiso decir con esto, pero tuvieron miedo de preguntárselo» (Marcos 9:32)
En una sala de clases, la escena es bastante común. El profesor explica la lección del día y, al terminar, pregunta a los alumnos: «¿Entendieron?» Los estudiantes se miran entre sí y responden sin vacilar: «Sí, lo entendemos». ¡El problema es que la mayoría de ellos no entendieron nada! ¿Por qué escondemos dudas y tenemos miedo de hacer preguntas? A menudo tenemos miedo de que nos llamen «tontos» o de recibir un llamado de atención del profesor por no estar atentos a la lección.
Jesús no era un profesor de aula, pero siempre estaba enseñando a sus discípulos. Y varias veces, comenta sobre la necesidad de su muerte y resurrección. Al igual que los estudiantes, sus discípulos «no entendían lo que Jesús decía, pero tenían miedo de preguntar» (Marcos 9:32). A pesar de todo el tiempo que habían vivido con él, parece que aún no habían comprendido que Jesús tendría que sacrificarse por ellos y por la humanidad. Los discípulos no podían creer que Jesús, con todo el poder mostrado en los milagros, se entregaría pasivamente a sí mismo para morir. No hacía mucho tiempo, que el apóstol Pedro había sido reprendido por Jesús: ««¡Aléjate de mi vista, Satanás! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios sino en cuestiones humanas!»» (Marcos 8:33).
El hecho es que el ser humano sin Dios no puede comprender los acontecimientos de la pasión de Cristo y, al mismo tiempo, evitar temas desagradables, como muerte. Precisamente para cambiar esta perspectiva aterradora, Dios Hijo se hizo ser humano en Jesucristo para que, a través de su muerte y resurrección, pudiéramos encontrar el coraje para enfrentar nuestros miedos. Qué maravilloso es hoy poder comprender, sin miedo, todo lo que Él ha hecho para traernos alivio, perdón, paz y salvación.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor Jesús, gracias por cumplir tu misión dando tu vida por nosotros. No lo merecíamos, pero lo hiciste por amor a nosotros. En tu nombre. Amén.
Autor: Aramis Jacoby