
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, ¡bendito sea por siempre!, sabe que no miento» (2 Corintios 11:31)
Hay una búsqueda frenética de las bendiciones de Dios en este mundo. A menudo, las personas oran al Padre «determinando» para que las bendigan materialmente. Esto revela cómo, cada vez más, los corazones se vuelven hacia otros dioses en detrimento del Dios verdadero.
En el capítulo 11 de su Segunda Carta a los Corintios, el apóstol Pablo destaca la centralidad de la gracia y la confianza en Dios en su vida. Al proclamar: «El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, ¡bendito sea por siempre!, sabe que no miento» (2 Corintios 11:31), Pablo señala la fuente de su devoción: el Dios revelado en Cristo. La gracia divina es el fundamento de la fe, y Pablo lo reconoce al afirmar su integridad ante Dios.
Al relatar las persecuciones y los peligros, Pablo revela su dependencia de Dios en medio de las tribulaciones. La confianza en Jesús en la adversidad refleja la seguridad de que, incluso en las pruebas, la fidelidad de Dios es inquebrantable. Así, la gracia de Dios es el fundamento de la devoción de Pablo, que aumenta su confianza en la providencia divina y la resistencia necesaria frente a las tribulaciones.
En este mundo, enfrentamos muchos sufrimientos y dificultades, por lo que confiar en la gracia salvadora de Dios en Jesús nos permite permanecer fieles en todas las circunstancias. Al morir en la cruz, Jesús garantizó que todos los que creen en él tendrán vida eterna en el cielo, donde no hay pecado ni sufrimiento.
En este mundo, ¡enfrentemos la adversidad con Jesús! Es seguro que la vida será mucho más leve. ¡Dios es fiel!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Querido Padre celestial, en ti queremos descansar en la certeza de que todos los días estás con nosotros. Damos gracias por las bendiciones y el cuidado en las dificultades. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Claudio Ramir Schreiber