
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, que en aquel día me dará el Señor, el juez justo; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:8)
Cuando un equipo deportivo gana el título antes del último juego de un campeonato, se siente tentado a descartar ese juego. Después de todo, el premio de la victoria, el título, ya no depende de ese partido. Pero este juego es importante, ya que puede ser la oportunidad para que un jugador obtenga un contrato en equipos más grandes o una convocatoria a la selección nacional.
El apóstol Pablo compara la vida cristiana con una carrera atlética. Él dice: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Ya sabía que, gracias a Jesús, había salido victorioso, y que era importante mantener la fe hasta el final, dar lo mejor de sí, porque el premio ya estaba asegurado. No tuvo que enfrentarse solo a sus enemigos, porque Jesús ya había vencido al diablo, al pecado y a la muerte.
Muchos piensan que todavía necesitan ganar el premio de la vida eterna por sus acciones, su dinero y su fuerza. Nuestra vieja naturaleza piensa que sí, pero está equivocada. De hecho, Jesús lo hizo todo, y ahora lo que podemos hacer es esforzarnos por permanecer fieles hasta el final, guiados por el Espíritu Santo.
Pablo dice: «Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, que en aquel día me dará el Señor, el juez justo; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:8). Esperemos ahora el premio que pronto llegará a todos los que creen en Jesús.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor Jesús, gracias por tu victoria que me da el premio de la vida eterna. No lo merezco, pero por tu amor, viviré eternamente. En tu nombre. Amén.
Autor: Paulo Sérgio Kühl
