
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque el rey así lo había ordenado; pero Mardoqueo no hacía nada de esto» (Ester 3:2)
Una frase dice: «el poder corrompe». De hecho, cuando hablamos de poder, debemos recordar que el problema no está en el poder en sí, sino en el uso que se hace de él. Así, hay personas que utilizan el poder para promover la paz y el bien común; mientras que hay personas que usan el poder recibido de manera egoísta y con intenciones violentas.
Usar el poder egoístamente siempre hará más daño que bien, porque causará divisiones, sufrimiento y dolor.
En el libro bíblico de Ester, se relata el plan de poder de Amán. Fue el primer ministro del rey Asuero y manipuló al rey para que emitiera un decreto real de exterminio contra los judíos que vivían en el Imperio Persa de su época. El movimiento de tal ira se registra en el capítulo 3 de Ester: «Todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque el rey así lo había ordenado; pero Mardoqueo no hacía nada de esto» (Ester 3:2). Mardoqueo no podía arrodillarse ante Amán, porque solo para él el Señor Dios merecía ser adorado como una deidad.
Dios no abandonó a Mardoqueo y al pueblo judío de la época. Movió a Ester a interceder ante el rey Asuero, quien garantizó la protección de los judíos. De la misma manera, Dios no nos abandona. Al contrario, se hace presente en nuestra historia a través de su Hijo Jesús, que vino al mundo y murió en nuestro lugar en la cruz, dándonos perdón y liberándonos del demonio. Por lo tanto, podemos continuar con valentía y confianza en Dios.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor, ayúdanos a amarte siempre y a seguir tus mandamientos. Por medio de Jesucristo. Amén.
Autor: Clóvis V. Gedrat
