
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Ahora ve y vende el aceite, y págale a tu acreedor, y tú y tus hijos vivan de lo que les quede» (2 Reyes 4:7)
«No me queda nada» es una frase de momentos desesperados, ya sea ante una catástrofe, una guerra o una inundación. ¡Cuánto dolor hay en estas palabras!
El segundo libro de los Reyes retrata una realidad desoladora. Durante un período de sequía, una viuda y sus hijos se enfrentan a un acreedor despiadado del sistema fiscal que amenaza con llevarse a los dos hijos de la viuda y someterlos a la esclavitud.
Ante esta angustia, la mujer busca la ayuda del profeta Eliseo. Aunque el profeta no tiene los recursos financieros, juntos buscan una solución. A través de un milagro, el aceite se multiplica y la mujer obtiene recursos para vender. Entonces Eliseo le dijo: «Ahora ve y vende el aceite, y págale a tu acreedor, y tú y tus hijos vivan de lo que les quede» (2 Reyes 4:7).
Así como Dios cuidó de la viuda a través de Eliseo, también se preocupa por nosotros, en cada aspecto de nuestras vidas, especialmente en nuestra salvación. Es por eso que Jesús vino al mundo para salvarnos. Cuando pensamos que no tenemos nada, necesitamos escuchar la declaración de Jesús: «Porque la gente anda tras todo esto, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas» (Mateo 6:32).
Nuestro Padre celestial, que cuidó de la viuda y de sus hijos por medio de Eliseo, desea seguir cuidándonos, a menudo a través de las manos de otros, como el granjero, el dueño del supermercado, el panadero, la costurera, el empleado de la tienda y tantos otros «Eliseo».
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Oh Dios, ayúdame a confiar en que suplirás mis necesidades a través de mi prójimo. Estoy agradecido por tanto amor. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Leandro Born