𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: ”El pueblo respondió: ¡Jamás dejaremos al Señor por servir a otros dioses!” (Josué 24:16)
El libro de Josué nos cuenta la historia de la conquista de la tierra de Canaán por el pueblo de Israel. Hubo batallas, disputas y la división del territorio. El último capítulo de este libro, sin embargo, narra un momento diferente. Es el comienzo de una nueva etapa en la vida de este pueblo. Hasta entonces habían caminado bajo el liderazgo de uno: primero Moisés, luego Josué. Ahora, cada tribu tendría su propio líder. Si antes se habían enfrentado a luchas y conquistas, ahora tenían un lugar fijo donde vivir. Ante esta situación, Josué fue enfático: «Por todo esto, respeten y honren al Señor. Sírvanle con integridad y de todo corazón. Echen fuera a los dioses que sus padres adoraron en el otro lado del río y en Egipto, y que aún están entre ustedes, y en su lugar sirvan al Señor» (Josué 24:14).
Josué parece saber que los tiempos más fáciles llevan a las personas a valorar las bendiciones y olvidar a su Dador. Y así fue. El pueblo había prometido: “El pueblo respondió: ¡Jamás dejaremos al Señor por servir a otros dioses!» (Josué 24:16), pero años más tarde el pueblo lo abandonó y se convirtió en un idólatra. ¡Pero Dios, en su amor, ha enviado incansablemente nuevos profetas para guiar a su pueblo y traerlo de vuelta!
Esta no es solo la historia del pueblo de Israel. Esta es la realidad de todas las personas, incluida nuestra generación. Innumerables veces valoramos más las bendiciones y nos olvidamos de quien bendice. Idolatramos las cosas en lugar de adorar a su Creador.
¿Y qué obtenemos a cambio? Dios, en su misericordia, envía incansablemente nuevos profetas para advertirnos y llevarnos de vuelta a Él. Lo hace mostrándonos su amor ilimitado a través de su Hijo Jesucristo, quien nos redimió por sí mismo a través de su sacrificio en la cruz del Calvario en nuestro lugar.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Querido Dios, perdóname cuando pongo otras cosas en tu lugar. Enséñame a adorarte solo a ti. Amén.
Autor: Marcos Daniel Weirich