
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Y cuando el filisteo vio a David, lo miró con desprecio, pues éste era un jovencito rubio y bien parecido» (1 Samuel 17:42)
En el mundo en el que vivimos, es común que lo más alto, lo más prominente, lo que más llama la atención, la posición más alta, o el puesto de mayor autoridad. Nos gusta más lo que es de marca y lo que está de moda o en «tendencias». ¡Pero lo que más destaca no siempre es lo mejor!
Consideremos el ejemplo de Goliat. Impuso miedo a los soldados de Israel que «estaban aterrorizados» (1 Samuel 17:11). Con toda su grandeza, su estatua de casi tres metros, su armadura de bronce de sesenta kilos, su enorme lanza de casi siete kilos, Goliat destacaba. Pero fue derrotado por el insignificante David.
El pequeño David, que ni siquiera era soldado, se presentó para enfrentarse al imponente Goliat, que se burlaba del valiente joven: «Y cuando el filisteo vio a David, lo miró con desprecio, pues éste era un jovencito rubio y bien parecido» (1 Samuel 17:42). Sin embargo, David no se dejó intimidar, porque estaba allí en «el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos» (1 Samuel 17:45). La victoria de David mostró que «Dios eligió lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte» (1 Corintios 1:27). A través de David, Dios demostró que no necesita armas ni espadas para derrotar a sus enemigos. Usó a un niño pequeño para derribar al más grande de los guerreros. Dios usó madera y clavos para derrotar al diablo y al pecado. En la cruz, su Hijo Jesús fue colgado para traer el perdón y la salvación a todos nosotros. ¡Tenemos la victoria a través de él! ¡Dios puede usar estos cinco minutos de tu tiempo para transformar tu vida!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Amado Dios, te damos gracias por actuar en nuestro nombre a través de Jesús. Úsanos para llevar tu Palabra a aquellos que están perdidos. Por Jesús. Amén.
Autor: Luiz Osmar Krachinski