
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Si ellos realmente se hubieran reunido conmigo, habrían hecho que mi pueblo atendiera mis palabras y se apartara de su mal camino y de sus malas obras» (Jeremías 23:22)
Cuando las cosas no van bien, siempre aparece alguien para decir «todo estará bien». Frases motivacionales como esta se multiplican en la boca de quienes no tienen nada que decir en un momento difícil y causan un profundo malestar en los oídos de las personas que están sufriendo.
Los falsos profetas anunciaron algo similar. Prefirieron decir lo que la gente quería escuchar y no lo que la gente realmente necesitaba. Mientras los profetas verdaderos anunciaban días difíciles, los falsos profetas se dedicaron a decir que «todo estaría bien».
La diferencia entre los dos tipos de profetas no estaba solo en el mensaje, sino en el origen mismo del mensaje. Los falsos profetas no conocían a Dios, el autor del mensaje. Es por eso que el Señor dijo: «Si ellos realmente se hubieran reunido conmigo, habrían hecho que mi pueblo atendiera mis palabras y se apartara de su mal camino y de sus malas obras» (Jeremías 23:22).
Un mensajero de Dios, como Pablo, conocía al autor del mensaje y por eso escribió: «El misterio que había estado oculto desde los tiempos antiguos, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los no judíos, y que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:26-27).
No «todo estará bien», al menos no de la manera que queremos. Pero aquellos que creen en Cristo Jesús pueden descansar en la certeza de que cuando Jesús regrese, todo quedará bien definitivamente. Este mensaje podemos anunciarlo a todos, incluso a los que sufren.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor, que el conocimiento del futuro eterno de que todo estará bien contigo, sea el mensaje que lleve a todos. Por Jesús. Amén.
Autor: Juan Iurk Nogueira