
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Señor, ¡respóndeme, que mi espíritu se apaga! ¡No te escondas de mí, o seré contado entre los muertos!» (Salmos 143:7)
Una de las características del mundo actual que podemos destacar es la prisa. Vivimos en un mundo acelerado y muchas personas sufren de ansiedad si no son atendidas y respondidas pronto. Sin embargo, es comprensible que una persona tenga prisa cuando está esperando la solución de un problema grave, cuando necesita ayuda.
La gente tiene prisa cuando las cosas no van bien con su salud, hay falta de dinero y recursos. Cuando se ven arrojados a situaciones de las que no pueden salir por sí mismos. O cuando algunas de tus exageraciones y falta de control empiezan a cobrar un precio muy alto. Por cierto, hoy es el Día del Medio Ambiente y vale la pena recordar la necesidad de preservar la naturaleza creada por Dios. La degradación del medio ambiente es también el resultado de la prisa por enriquecerse a cualquier precio.
La prisa también existe cuando las personas sufren injustamente persecución o sufren los errores y la codicia de otras personas. Un hombre llamado David estaba pasando por este tipo de situación. Las cosas no iban nada bien, y ahora tenía prisa. Entonces clamó a Dios, diciendo: «Señor, ¡respóndeme, que mi espíritu se apaga! ¡No te escondas de mí, o seré contado entre los muertos!» (Salmos 143:7). Tomó esta actitud porque solo Dios, y no él mismo, tenía la solución y la paz que estaba buscando.
Probablemente ahora estés pensando en tu propia situación o en la de alguien que te importa. Si tienes prisa por recibir respuestas, haz igual a David que clamó a aquel que envió a su Hijo Jesús como respuesta a toda angustia o dolor. ¡El Hijo de Dios es nuestra esperanza y tiene prisa por ayudarnos!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor, escucha nuestra oración y apresúrate a ayudarnos. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Gerson Dieter Prates