𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Yo le respondí: «Señor, tú lo sabes.» Entonces él me dijo: «Éstos han salido de la gran tribulación. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero.» (Apocalipsis 7:14)
¿Alguna vez has visto algo sorprendente? El apóstol Juan describe un evento espectacular que le fue revelado por Dios. En el libro de Apocalipsis, capítulo 7, relata la visión de los glorificados en el cielo. Era «imposible saber su número». Todos estaban «vestían ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma,» (Apocalipsis 7:9). Y aclamaron a gran voz a Dios y al Cordero.
En medio de esta gloriosa manifestación, alguien preguntó: ««Y estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son? ¿De dónde vienen?»» (Apocalipsis 7:13). La respuesta aclara muchas preguntas que tenemos en nuestros corazones sobre la vida en el más allá. El texto bíblico dice: «Éstos han salido de la gran tribulación. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le rinden culto en su templo de día y de noche; y el que está sentado en el trono los protege con su presencia. No volverán a tener hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el calor los molestará, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los llevará a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secará de sus ojos toda lágrima.» (Apocalipsis 7:14, 16-17).
Este es un buen resumen de todo lo que la Biblia nos revela acerca de la vida feliz y bendita en la gloria celestial. Probablemente surge una pregunta en nuestros corazones: «¿Estaré en medio de esta multitud con túnicas blancas ante el trono divino? ¿Seré yo parte de esta multitud de glorificados?»
Como respuesta de Jesús a este respecto, leemos en el Evangelio de Juan: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25). Las palabras del apóstol Pablo también nos consuelan y nos desafían: «Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, ni han penetrado en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Corintios 2:9). ¡Creyendo en Cristo, nosotros también estaremos allí!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Glorioso Dios, que la sangre del Cordero me ilumine y me santifique hasta el glorioso momento del encuentro contigo. En el nombre de Jesús. Amén.
Autor: Vili Redel