
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «¡Alabado sea el nombre del Señor! ¡Sólo su nombre merece ser exaltado! ¡Su gloria domina los cielos y la tierra! ¡Que alaben al Señor todos sus fieles! ¡Que lo alabe Israel, su pueblo cercano! ¡El Señor ha dado poder a su pueblo!» (Salmo 148:13-14)
¿Te gusta alabar a Dios? Todos los días, y especialmente los fines de semana, la gente se reúne para alabar a Dios en templos y lugares de culto. Pero también en casa la gente levanta sus pensamientos y sus voces para agradecer y exaltar al Señor. Es muy bueno alabar a Dios.
Pero no es normal. El problema es que nos gusta alabarnos a nosotros mismos y no queremos alabar a Dios y reconocer que todo viene de Él. Pensamos que lo que tenemos y lo que somos es el resultado de nuestro trabajo, de nuestro éxito. Olvidamos, o nos esforzamos por olvidar, al Dios que nos dio la vida y que hizo que esa vida fuera interminable. Por eso es tan importante esta invitación a alabar al Señor, porque Dios no solo quiere ser alabado, sino que acepta nuestra alabanza.
Muchos salmos nos animan a alabar al Señor. Destacan cómo Dios siempre ha actuado en nombre de su pueblo. El Salmo 148 dice: «¡Alabado sea el nombre del Señor! ¡Sólo su nombre merece ser exaltado! ¡Su gloria domina los cielos y la tierra! ¡Que alaben al Señor todos sus fieles! ¡Que lo alabe Israel, su pueblo cercano! ¡El Señor ha dado poder a su pueblo!» (Salmo 148:13-14). Dios está por encima de todo y de todos, incluso de nuestros problemas y sufrimientos, porque su amor es más grande que cualquier otra cosa, hasta el punto de darnos a su único Hijo, Jesucristo, para que sea nuestro Salvador.
Solo mira nuestras vidas, el mundo que nos rodea, todo lo que Dios continúa haciendo, qué razones tenemos para alabar a nuestro Dios. Así que puedes unirte a toda la naturaleza, a todos los cristianos, a los ángeles del cielo, y decir: «¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!»
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Querido Dios, te alabo por ser mi Padre y Creador, mi Señor y Salvador, mi Consolador. En Jesús. Amén.
Autor: Rony Ricardo Marquardt
