𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Tú, Señor, en las alturas, eres más poderoso que el estruendo de los mares; ¡más poderoso que las fieras olas del mar!» (Salmos 93:4)
Cuando una persona es sanada de una enfermedad grave o preservada de un accidente o desastre natural, por lo general se escucha la expresión: «¡Gracias a Dios!» Hoy es el día de Acción de Gracias. Es un día especial para reflexionar sobre la vida y agradecer por ella.
Para esta reflexión, el Salmo 93 nos invita a estar agradecidos por el poder absoluto que Dios tiene sobre las cosas que están fuera de nuestro control humano. El contraste entre el reinado inquebrantable de Dios y la «furia del océano» lo ejemplifica: «Tú, Señor, en las alturas, eres más poderoso que el estruendo de los mares; ¡más poderoso que las fieras olas del mar!» (Salmos 93:4).
Un ejemplo de esta fuerza se ve en la historia de la vida de Jesús. Una vez estaba en una barca con sus discípulos, cuando una fuerte tormenta los azotó. Mientras los discípulos estaban aterrorizados, Jesús dormía plácidamente. “Sus discípulos lo despertaron y le dijeron: «¡Señor, sálvanos, que estamos por naufragar!». Él les dijo: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, reprendió al viento y a las aguas, y sobrevino una calma impresionante” (Mateo 8:25-26). El contraste aquí es entre el ser humano frágil y defectuoso sin control sobre situaciones difíciles y Dios el Hijo, que tiene todo el poder para ayudarnos. «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?» (Mateo 8:27) – preguntaron los discípulos. Su historia muestra que él es Dios y Rey que vino a auxiliarnos.
A pesar de que Jesús era Rey, eligió la cruz como su trono. Allí murió él en lugar del ser humano. Pero el poder del Rey está por encima del poder de la muerte. Él ha resucitado y ahora reina para siempre.
Por eso, hoy es un día para dar gracias por el Rey Jesús y por su poder, que nos ayuda en situaciones en las que no podemos hacer nada. ¡Gracias a Dios!
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Bondadoso Rey Jesús, estoy agradecido por tu poder, que ha vencido a la muerte y siempre puede auxiliarme. Gracias por el perdón de los pecados y por todas las bendiciones de cada día. En tu nombre. Amén.
Autor: Samuel Reduss Fuhrmann