
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.» (Isaías 2:3)
Muchas atracciones turísticas se encuentran en la cima de colinas. Los turistas hacen un esfuerzo extra para subir largas escaleras o caminos de obstáculos para llegar a la cima y disfrutar del lugar.
El antiguo Templo de Jerusalén estaba situado en la cima del Monte Sion. Allí Dios se reunió con su pueblo. El profeta Isaías escribió: «¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas. Porque la enseñanza saldrá de Sión; de Jerusalén saldrá la palabra del Señor» (Isaías 2:3). Caravanas de peregrinos subieron al Monte Sion para recibir las enseñanzas de Dios en el Templo y ser consoladas con la promesa del envío del Mesías.
La venida del Mesías ha ocurrido. Jesús ascendió al Monte Sion, enseñó en el Templo y se reveló como el Salvador de todos. Muchos recibieron sus enseñanzas y confiaron en él, muchos otros no. Los enemigos juzgaron a Jesús digno de morir porque se proclamó el Mesías, el único Salvador. Así que Jesús fue condenado a muerte. Fue llevado al Monte Calvario y, clavado a una cruz, entregó su vida para salvar la nuestra de la condenación en el infierno.
Somos invitados a subir al Calvario para contemplar a Jesús crucificado. Desde lo alto de la cruz, Jesús nos enseña que Dios es amor. Desde lo alto de la cruz, se pagó la cuenta de nuestra deuda con Dios. Desde lo alto de la cruz, Jesús declaró: «Consumado es» (Juan 19:30). Ahora, Dios está en paz con nosotros.
Desde lo alto de la cruz, el cuerpo de Jesús fue sacado y enterrado. Pero tres días después, Jesús resucitó para asegurarte una vida sin fin. Algún día, Jesús llevará a todos los que han confiado en él, no a un lugar turístico, sino a las alturas de los cielos.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Jesús, gracias porque en la cruz me salvaste. Un día, llévame contigo a las alturas del cielo. Amén.
Autor: Arno Bessel
