
𝐋𝐞𝐜𝐭𝐮𝐫𝐚: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!» (Salmo 119:105)
Imagina conducir por una autopista de noche con los faros dañados o caminar por un bosque en una noche oscura. ¿Qué tal cortar un tomate para la salsa de la cena en completa oscuridad? Sería difícil, ¿verdad? Parece trivial, pero la luz es una parte fundamental de muchas de nuestras actividades. Sin ella, no podemos continuar y nos ponernos en riesgo, ya que es difícil saber lo que tenemos delante.
El Salmo 119 resalta una luz especial que ilumina la vida. No es la que genera el sol ni la produce la electricidad. El salmista describe esta luz de forma diferente: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!» (Salmo 119:105). La Palabra de Dios ilumina nuestro camino espiritual, guiándonos hacia una vida segura junto a Dios.
Sin ella, no hay forma de avanzar de forma segura, porque solo la Palabra apunta a la fuente de toda luz, que es el Señor Jesús mismo. «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» – dijo Jesús (Juan 8:12). La muerte y resurrección de Jesús iluminaron el mundo con el perdón divino. Y solo a través de esta luz divina, revelada en la Palabra, podemos avanzar en este mundo, sabiendo que estamos iluminados y guiados por el camino seguro que conduce al cielo.
Con Jesús a tu lado, nunca volverás a estar en la oscuridad, aunque tengas que conducir tu coche por un camino peligroso y tenuemente iluminado.
𝐎𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬: Señor Jesús, tú eres la luz del mundo. Ayúdanos a reflejar tu luz a todos los que nos rodean. Que tu Palabra sea la lámpara que ilumine nuestros pasos en el camino seguro que conduce a la vida eterna. En tu nombre. Amén.
Autor: Gilberto Harnich Junior
